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miércoles, 29 de enero de 2025
miércoles, 8 de enero de 2025
FORMA PROPIA OVALADA DEL ESCUDO DE SUMOS PONTÍFICES Y ECLESIÁSTICOS
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Blasón pontificio del Papa Pio VI |
La heráldica eclesiástica, aparece en el siglo XIII, un siglo después de la heráldica militar, cuando el Papa Alejandro III en el año 1166, decretó que todos los documentos que se presentasen en la Corte Pontificia debían estar sellados y extendidos por un escribano y sin cuyo requisito dichos documentos quedarían sin valor a la muerte de los testigos que en los mismos figuraran. A partir del año 1300 se extiende entonces el uso de timbrar todos los docu-mentos y se prescribe el uso de escudo no sólo para arzobispos y obispos, sino incluso para los abades, priores, catedrales, colegios, monasterios y rectorados. Por tanto, hacia la segúnda mitad del siglo XIII las diócesis y órdenes regulares, las catedrales o las personalidades eclesiásticas, empezaron a usar los blasones. [1]
Como toda Heráldica, la eclesiástica es la rama científica y artística sobre el estudio y diseño de los blasones dentro del ámbito específico eclesiástico, y generalmente las normas que rigen el diseño de los blasones son las mismas que las referidas a la heráldica general, aunque la Heráldica Eclesiástica tiene sus variaciones específicas, tanto en el campo de los escudos como sobre todo en sus propios ornamentos exteriores, y que se rigen por su propia tipología y se someten a los cánones y disposiciones de las propias Iglesias.
Las reglas de composición de escudos eclesiásticos suelen tener una base pa-trimonial común que fundamenta todas las variantes heráldicas en el ámbito cristianismo, aunque se puedan distinguir elementos propios y distintivos dentro de la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Anglicana y otras Iglesias del ámbito protestante. La existencia de una heráldica propiamente eclesiástica se basa en que la Iglesia, en cualquiera de sus ramas, posee una constitución jerárquica, y que es la característica que marca la diferencia con la heráldica general, porque no se trata, como sucedía con los miembros de la nobleza, del ejercicio de la profesión de las armas, ni del nacimiento en una determinada familia, sino que lo que da derecho a usar un escudo eclesiástico es el estado de la persona dentro de la jerarquía, y cuyo estado jerárquico se basa en el ejercicio de cargos eclesiásticos y en el carácter de algún tipo de consagración ya sea ordenación, si se trata de sacerdotes y obispos, de profesión para los religiosos, la bendición abacial para los abades, o del uso litúrgico pontificio para algunos templos, dentro de la misma comu-nidad eclesial. Así, el lugar social en el que alguien nace no juega aquí ningún papel decisivo.
El blasón eclesiástico representa, por tanto, a las personas y entidades, y el timbre señala el rango y la dignidad, y para expresarla se usa de elementos litúrgicos y, sobre todo, el sombrero o capelo, de la misma forma como el blasón laico usa de cascos y coronas.[2] Actualmente la única preocupación he-ráldica consiste en la manera de timbrar los escudos.
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Blasón arzobispal de José Rodríguez Carballo, Arzobispo de Mérida-Badajoz |
Al quedar reducida la heráldica ecle-siástica a los signos exteriores del escudo, la autorización se limita a dar el visto bueno para timbrar el escudo de una dignidad con los signos que corresponden a los mismos, pero aun así deben observarse una serie de reglas encaminadas a regular la composición de cualquier tipo de escudo eclesiástico. La forma del escudo ha de ser ovalada, se debe buscar la sencillez en las armas, evitando las inscripciones en el campo del escudo, los santos y el uso de las figuras profanas. En cuanto a los ornamentos exteriores, es preciso atenerse completamente a las disposiciones canónicas que los regulan.
[1] En el caso de España, a partir de la segunda mitad del siglo XIV se empiezan a usar entre los altos mandatarios de la Iglesia los emblemas familiares o de linaje, práctica que con el tiempo cambió para usar los emblemas de vocación pastoral o los símbolos de su veneración y devoción particular.
[2] El Estado Vaticano fundó en 1853 el Instituto Aráldico Romano que tenía la finalidad de componer las armas de los escudos eclesiásticos, y aunque hoy ya no existe dicha oficina heráldica especializada, el Sumo Pontífice sigue otorgando concesiones de armas.
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